Es difícil hablar
de alguien que ya no está, de quien cambió su vocación de abogado para ocupar el
cargo que su patria le ofrecía y aun así, pudo decir años más tarde en una de sus
cartas: “no busco gloria sino la unión de los americanos”.
Hablar de un hombre
que por todo premio a sus gloriosas victorias en los campos de Salta y Tucumán pidiendo
solo fundar escuelas donde se enseñara a respetar los derechos del hombre;
Hablar de un hombre
que no replegó su fuerza a pesar de la derrota, significa entonces, que
hablamos no de un hombre común, sino de uno cuyo destino dirigió miles de destinos;
de alguien sobre cuya espalda cayó la enorme responsabilidad de comandar hombres
de batallas y acumular resonantes triunfos.
Normalmente, asignamos
la figura de Belgrano con la creación de un símbolo patrio: la Bandera; porque un
27 de febrero de 1812 a orillas del Río Paraná, sin pedir permiso a sus superiores,
se celebró una ceremonia.
Formada la tropa,
Belgrano desvainó la espada y dijo: “este será el color de la nueva divisa con
que marcharán al combate los defensores de la Patria”.
Es así que hoy, hacia
donde miremos ella está, cobijandonos. Cielo y nube que se besan, que se juntan,
que nos obligan a seguir luchando, como lo hicieron Belgrano y tantos hombres, por
una patria justa, libre y soberana.
Deseo cerras estas
palabras con una frase de Manuel Belgrano que nos convoque a la reflexión: “Deseo
ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los
instantes ante mi vida”.
Feliz Día de la
Bandera (1820 - 2020)